domingo, 30 de octubre de 2011

CONOCIENDO LAS RUTAS

Muchos de nosotros sabemos sobre los municipios de Antioquia y las subregiones en las cuales se divide el departamento.

Sin embargo, no conocemos mucho acerca de las diferentes Rutas turísticas que se pueden encontrar, cada una de ellas nombrada por características propias de los municipios que recorre. Ejemplo de ello es la Ruta de la leche (Norte de Antioquia), llamada así por ser un sector de gran producción lechera y productos lácteos, la Ruta del Sol y la Fruta (Occidente de Antioquia), denominada así por su gran variedad de árboles frutales y sus sitios de recreo, y la Ruta verde (Oriente de Antioquia), nombrada de esta manera por los increíbles paisajes naturales que se pueden observar. Las anteriores son rutas sobre las cuales la mayoría ha oído o ha visitado, pero hay otras que son poco mencionadas.

Una de ellas es la Ruta del oro, el ganado y la pesca, la cual recorre el Bajo Cauca, es decir, los municipios de Cáceres, Caucasia, El Bagre, Nechí, Tarazá y Zaragoza, pasando por poblaciones que conservan parte de su arquitectura y en las que podemos ver un abanico de tradiciones que habla por sí mismo de nuestra historia.

Así mismo, tenemos la Ruta del café, en la cual se podrá disfrutar de la belleza de los municipios del Suroeste como Jardín, La Pintada, Santa Bárbara y Támesis, apreciando aquellas montañas que se convirtieron en el lugar ideal para la siembra de café, y en el hogar del típico antioqueño arriero. Allí, los visitantes tendrán la oportunidad, por ejemplo, de practicar deportes náuticos y de aventura como el rafting, conocer los trapiches para ver de cerca el proceso de elaboración de la panela y sus derivados, así como las imponentes iglesias entre las cuales cabe destacar la del municipio de Jardín, declarada monumento nacional.


Todas las anteriores rutas, sea cual sea, reafirman que Antioquia tiene un sinfín de maravillas por conocer, y que cada rincón esconde riquezas que necesitan ser descubiertas.

lunes, 24 de octubre de 2011

¡ESO ES TÍPICO!


Típico de los pueblos de Antioquia es que llegues, y aun siendo un total desconocido, te saludan alegremente y te pongan conversa.

Típico es ver a sus habitantes con su carriel, su machete y como no, con su sombrero.

Típico es ver la escalera que llega al pueblo, llena hasta más no poder, y que uno no sabe ni cómo se acomodan, pero el caso es que caben.

Típico es escuchar en las cantinas del pueblo aquellos infaltables éxitos de “el charrito negro”, Darío Gómez y Vicente Fernández.

Típicos son los jeeps que viajan a las veredas llenos hasta la capota. Sus conductores son expertos, capaces de meterse por cualquier trocha, así llueva y relampaguee, bordeando esos abismos tan fáciles de encontrar en las tierras antioqueñas. 

Típico es ver como todos concurren a la iglesia del pueblo y a la plaza de mercado todos los domingos.

Típico es deleitarse con  un plato de mondongo, unos fríjoles acompañados de agua de panela, una bandeja paisa, pandeyuca, panderitos, arepas de chócolo con quesito y chocolate caliente, sancocho de gallina criolla, pionono, mazamorra, etc, etc, etc…

Típico es ver allí a gente que no necesita de lujos para vivir feliz y que les basta salir de sus casas para contemplar paisajes únicos.

viernes, 14 de octubre de 2011

MUNICIPIOS ANTIOQUEÑOS: FIELES EXPONENTES DE LA TRADICIÓN PAISA.

Sin duda alguna, basta con visitar alguno de los municipios de Antioquia para darse cuenta que inmediatamente evocan las costumbres que vemos reflejadas en la forma de actuar y de expresarse de nuestros padres y abuelos.

Palabras  como “aguadulce”, “berraquera”, “amurao”, “apá”, “amá”, “frisoles”, “boleo”, “aguaepanela”, y “mijo”, tan pronunciadas aún en los días de la modernidad y la globalización, demuestran que aún permanece muy arraigada una cultura a la que la gran mayoría, nos sentimos orgullosos de pertenecer.

Ir a “puebliar”, nos translada a aquella época en la que las actividades diarias se llevaban con espontaneidad: al salir el sol o un poco antes, se levantaban todos los miembros de las familias, cada uno tomaba su jícara de chocolate y se disponían a realizar sus actividades correspondientes. Almorzaban a las ocho, a las once repetían el chocolate o tomaban mazamorra con leche o con panela, comían fríjoles con tocino a la una de la tarde; el trabajo finalizaba a las seis de la tarde, hora en la que se rezaba el rosario, cenaban a las siete y se acostaban a dormir a las ocho. El domingo era un día de descanso para todos, en el cual se rendía culto a Dios y se cultivaban las relaciones sociales.

Y no solo por las tradiciones, sino por la inigualable belleza de los paisajes Antioqueños, es que vale la pena volver a lo nuestro, a lo que la naturaleza nos ha dado pero que ignoramos totalmente. Pero eso sí, primero hay que conocerlos, porque difícilmente se ama lo que no se conoce.